Recepción del Gotei 4

Varios se apuraron al ver la entrada del cuarto escuadrón tan cerca. Era el lugar en donde iban a poder recuperarse para volver a sus funciones y donde se asegurarían el estado de aquellos que más graves se encontraban. Sicarius fue ayudando a que entraran todos, uno a uno. Una vez los heridos hubieron ingresado y los shinigamis a cargo de llevarlos se hubieron calmado, regresado a sus escuadrones o simplemente regresado al Rukongai para seguir ayudando, el peliblanco se relajó un poco y se dispusó a observar como se iban desarrollando las cosas allí adentro. Vio que había uno en particular que parecía ser el encargado de organizar todo en esa división. No parecía ser más que un raso, igual que él, pero de todos modos los demas miembros del escuadrón parecían obedecerlo como si fuera su superior. Tal vez fuera algún oficial, pero realmente lo ignoraba y tampoco le interesaba demasiado. Poco a poco el pasillo se iba despejando y todos los heridos iban siendo conducidos a sus respectivas salas o habitaciones para poder descansar y recibir el tratamiento adecuado.

El joven shinigami del treceavo escuadrón terminó por acercarse a aquel del cuarto. Esperó a que se desocupara por unos pocos instantes para aproximarse. Llevaba una lista con los nombres de todos los heridos y, en el caso de los shinigamis, sus rangos y escuadrones también.

- Disculpe. Me llamo Sicarius, soy del treceavo escuadrón. Tome... - Le extendió la mano con la lista en ella - Es un registro que tomaron algunos de mis compañeros sobre los nombres de los heridos y algunas cosas más. Tal vez les pueda servir de algo. - Hizo una pequeña pausa esperando que su interlocutor tomara el conjunto de papeles para luego proseguir - Si puedo serle de alguna ayuda, por favor dígamelo. Estoy a su disposición.

El joven de la cuarta parecía bastante amable y educado. Aceptó la lista de Sicarius y le dio indicaciones para que fuera a la doceava división. Por lo visto tendría que pedir ayuda al capitán de dicho escuadrón para llevar a cabo el recuento de daños y demás. El peliblanco respondió con una sonrisa y la siguió una pequeña reverencia. - Muchas gracias por el dato. Voy a ir para el escuadrón doce. Le deseo suerte con lo que queda por hacer. - Y con estas palabras se dio media vuelta y, tratando de estorbar lo menos posible, salió del escuadrón de curación en dirección al de investigación. Todavía tenía trabajo por hacer, pero aún así decidió hacer una breve pausa para pensar un poco y ordenar sus pensamientos. Su mente le daba vueltas y los datos se iban superponiendo unos a otros. Más o menos tenía una idea de los daños, pero solo los daños que le habían informado, sin embargo, los escuadrones que estuvieron con él no fueron los únicos que se quedaron y, seguramente, ellos tomaron sus propios datos. Además, el estar en presencia de un capitán, después de ver lo que había sucedido, lo ponía ligeramente nervioso.

- ¿A qué le tenés miedo? No te va a comer ni nada. Andá y no seas maricón. - Lo que Sviel quiere decir es que no tenés que preocuparte Sica. Solo entregá el informe y esperá a ver que dice. - Sí, lo se. -

Era común que las gemelas le dieran ánimos, aunque cada una a su manera. La educada Ilya y la agresiva y malhablada Sviel. Sonrió ligeramente y se puso en camino al Gotei 12 para entregar el informe correspondiente y así poder terminar con el trabajo que le había sido asignado.

No tardó demasiado en llegar a la entrada de la cuarta, aunque si tardó un poco en entrar. Cada vez menos aire tenía con tantas idas y vueltas y el nulo descanso. Retomó un poco el aire y se secó el sudor, que se había formado en la frente, con la manga derecha del uniforme, antes de ingresar por fin. Todavía había algo de movimiento, aunque no era de sorprenderse. Había salido de allí hacía escasos minutos, no podía esperar que el panorama cambiara demasiado. Algunos, aunque pocos, civiles ya se estaban retirando. Tenían heridas menores por lo visto y no necesitaban mayores tratamientos. Eran los más afortunados y, por desgracia, los menos en cantidad. Sin embargo, ese no era un problema que le importara demasiado a Sicarius, al menos de momento. Tenía que conseguir shinigamis para ir al Rukongai y para eso debía hablar con Seishin. Tras entrar, lo primero que hizo fue buscarlo con la vista rápidamente. Al no encontrarlo intentó consultar con alguno de los médicos del escuadrón. No se había alejado mucho por lo visto y lo pudo encontrar no muy lejos del lugar donde él había entrado.

- Seishin-san. Disculpe que lo moleste de nuevo. - Hizo una pausa para esperar que el otro joven le prestase atención. Sabía que estaba ocupado con otros asuntos y que sacarlo rápido de ellos para sumirlo en otro requería un mínimo tiempo de adaptación. - Fui a ver al capitán del Gotei 12 y me pidió que consiguiera personal de este escuadrón para llevarlos conmigo al primer distrito del Rukongai. Para curar a los heridos que pudieran haber quedado allí o que pudieran llegar a aparecer. ¿Podría cederme a algunos de sus compañeros para esta tarea? -

Después de estas palabras guardó silencio, esperando a que el interlocutor respondiera.

Se alegró al oír que Seishin le prestaría su ayuda. Aprovechó el breve espacio de tiempo entre la búsqueda de la zampakutoh y el personal y su regreso para descansar en un banquito cercano. Si bien no fue un descanso largo ni nada parecido, fue un pequeño descanso que sirvió como una especie de consuelo para sus piernas. Una vez el joven de la cuarta hubo regresado y, junto con él, otros ocho individuos, Sicarius se incorporó y los saludó a todos con una breve reverencia. Los miró a todos uno por uno durante unos pocos instantes y luego se dirigió a Seishin.

- Muchísimas gracias por la ayuda, Seishin-san. - Luego volvió a mirar a los otros shinigamis- Y muchas gracias a ustedes también. Ahora, síganme. -

Dio media vuelta y se encaminó hacia la entrada de la división que, en este caso, serviría como salida. De allí se dispuso a realizar un trote ligero en dirección al primer distrito, esperando poder encontrar rápidamente al capitán del Gotei 12 y así poder continuar con su ayuda. El tan ansiado descanso lo tomaría cuando la situación se hubiese calmado, o cuando alguien de mayor rango se lo ordenara. No había podido ayudar durante el combate, asique la única forma que tenía de ayudar era esa, cumpliendo las órdenes que se le daban y tratando de hacer todo en el menor tiempo posible, para aumentar la eficiencia de su trabajo.

Detuvo su marcha en seco al ver aproximarse un gran número de mariposas infernales. ¿Qué pasaba ahora para que tantos de estos insectos fueran enviados de forma simultánea? Se quedó observando la escena durante unos instantes, hasta que pudo oír el mensaje que debían entregar. Se trataba de una convocatoria a todos los altos mandos para presentarse en el Gotei 1 a la brevedad. No era algo que realmente le incumbiera, puesto que solamente era un raso, pero el problema radicaba en que no había capitán del treceavo escuadrón, por lo que el mismo no tendría participación. Por un momento consideró la idea de ir hacia allí y pedir permiso al menos para poder escuchar la reunión y, de este modo, poder informar a sus compañeros. Ante la falta de altos mandos en el escuadrón, no era una idea descabellada para él, el asunto era qué pensarían los otros capitanes.

- Si voy siendo un mero raso, tal vez les moleste o lo consideren una falta de respeto, hay ciertas normas que no deben violarse y esta no es una llamada para shinigamis de tan baja jerarquía como yo. Sin embargo, tal vez si voy y pido permiso para participar en representación de mi escuadrón... en el peor de los casos supongo que me sacarán de allí o me regañarán. -

Se quedó pensativo un momento, olvidándose de que detrás suyo un grupo de 9 personas esperaban para ir a auxiliar a los heridos del Rukongai. Miró hacia atrás al recordar que estaba acompañado y luego a las mariposas que todavía estaban terminando de pasar. No estaba seguro de qué debía hacer. Estaba seguro de que nadie correría el riesgo de ir a presentarse a una reunión sin ser convocado, pero tampoco podía dejar a las personas del Rukongai. Solía tener la mala costumbre de cargar con el peso del mundo en su espalda, como si no hubiese nadie, aparte de él, que pudiera hacer algo. Sin embargo, en esta situación, las cosas estaban bastante equilibradas, ya que en parte, confiaba en Seishin.

- Seishin-san. Lo siento, pero debo dirigirme al Gotei 1. Le voy a dejar un mapa sobre como llegar. - Sacó uno de los papeles en los que tenía garabateados algunos de los datos relevantes sobre los daños y dibujó, en un espacio que pudo encontrar, una especie de mapa. Lo hizo con cuidado y de forma que el miembro de la cuarta no se perdiera y que pudiera llegar con facilidad. Luego, procedió explicarle lo puesto en el mapa de forma muy breve y sintética antes de despedirse. - Bien, creo que eso es todo. Realmente lamento tener que irme, pero no tengo alternativa. Le deseo suerte. -

Con estas últimas palabras, comenzó a correr en un dirección diferente, con rumbo al Gotei 1.